GALOPE - Rafael Alberti
Las tierras, las tierras, las tierras de España,
las grandes, las solas, desiertas llanuras.
Galopa, caballo cuatralbo,
jinete del pueblo,
al sol y a la luna.
¡A galopar,
a galopar,
hasta enterrarlos en el mar!
A corazón suenan, resuenan, resuenan
las tierras de España, en las herraduras.
Galopa, jinete del pueblo,
caballo cuatralbo,
caballo de espuma.
¡A galopar,
a galopar,
hasta enterrarlos en el mar!
Nadie, nadie, nadie, que enfrente no hay nadie;
que es nadie la muerte si va en tu montura.
Galopa, caballo cuatralbo,
jinete del pueblo,
que la tierra es tuya.
¡A galopar,
a galopar,
hasta enterrarlos en el mar!
Las tierras, las tierras, las tierras de España,
las grandes, las solas, desiertas llanuras.
Galopa, caballo cuatralbo,
jinete del pueblo,
al sol y a la luna.
¡A galopar,
a galopar,
hasta enterrarlos en el mar!
A corazón suenan, resuenan, resuenan
las tierras de España, en las herraduras.
Galopa, jinete del pueblo,
caballo cuatralbo,
caballo de espuma.
¡A galopar,
a galopar,
hasta enterrarlos en el mar!
Nadie, nadie, nadie, que enfrente no hay nadie;
que es nadie la muerte si va en tu montura.
Galopa, caballo cuatralbo,
jinete del pueblo,
que la tierra es tuya.
¡A galopar,
a galopar,
hasta enterrarlos en el mar!
En Capital de la gloria, 1936.
CÁNTICO - Blas de Otero
Es a la inmensa mayoría, fronda
de turbias frentes y sufrientes pechos,
a los que luchan contra Dios, deshechos
de un solo golpe en su tiniebla honda.
A ti, y a ti, y a ti, tapia redonda
de un sol con sed, famélicos barbechos,
a todos, oh sí, a todos van, derechos,
estos poemas hechos carne y ronda.
Oídlos cual al mar. Muerden la mano
de quien la pasa por su hirviente lomo.
Restalla al margen su bramar cercano
y se derrumban como un mar de plomo.
¡Ay, ese ángel fieramente humano
corre a salvaros, y no sabe cómo!
Es a la inmensa mayoría, fronda
de turbias frentes y sufrientes pechos,
a los que luchan contra Dios, deshechos
de un solo golpe en su tiniebla honda.
A ti, y a ti, y a ti, tapia redonda
de un sol con sed, famélicos barbechos,
a todos, oh sí, a todos van, derechos,
estos poemas hechos carne y ronda.
Oídlos cual al mar. Muerden la mano
de quien la pasa por su hirviente lomo.
Restalla al margen su bramar cercano
y se derrumban como un mar de plomo.
¡Ay, ese ángel fieramente humano
corre a salvaros, y no sabe cómo!
En Ancia, 1958.
LANCE - Salvador Díaz Mirón
Es un viejo borracho que me provoca,
que me cierra el camino y al diablo evoca,
recio, locuaz, inmundo, descalzo y fiero,
con terribles ojazos de un gris de acero
y con una calvicie de yerma roca.
-La testa perdió greña, razón y toca-.
Hasta el pecho la barba se le desliza,
como espuma de arroyo por cana y riza.
La diestra dura y fuerte, como una marra,
enseña entre uñas corvas, como de garra,
pipa roja con aire de cruenta triza.
-La mano es tan aleve como maciza-.
Paro el corcel fogoso y alzo la fusta...
-Occiduo el sol corona cúspide augusta,
y el ebrio tiene al rubro y oblicuo rayo
sangre a linfas rebelde que aun pinta el sayo-.
Y me afirmo en el potro, y él se me asusta,
y al anciano derriba y en lodo incrusta.
Es un viejo borracho que me provoca,
que me cierra el camino y al diablo evoca,
recio, locuaz, inmundo, descalzo y fiero,
con terribles ojazos de un gris de acero
y con una calvicie de yerma roca.
-La testa perdió greña, razón y toca-.
Hasta el pecho la barba se le desliza,
como espuma de arroyo por cana y riza.
La diestra dura y fuerte, como una marra,
enseña entre uñas corvas, como de garra,
pipa roja con aire de cruenta triza.
-La mano es tan aleve como maciza-.
Paro el corcel fogoso y alzo la fusta...
-Occiduo el sol corona cúspide augusta,
y el ebrio tiene al rubro y oblicuo rayo
sangre a linfas rebelde que aun pinta el sayo-.
Y me afirmo en el potro, y él se me asusta,
y al anciano derriba y en lodo incrusta.
En Lascas, 1901.
CANCIÓN DE JINETE - Federico García Lorca
Córdoba.
Lejana y sola.
Jaca negra, luna grande,
y aceitunas en mi alforja.
Aunque sepa los caminos
yo nunca llegaré a Córdoba.
Por el llano, por el viento,
jaca negra, luna roja.
La muerte me está mirando
desde las torres de Córdoba.
¡Ay qué camino tan largo!
¡Ay mi jaca valerosa!
¡Ay, que la muerte me espera,
antes de llegar a Córdoba!
Córdoba.
Lejana y sola.
En Canciones, 1921-24.
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